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Blog: "Mi vida al otro lado del mundo (literal)", en Japón

Hola, mi nombre es Francisca García, tengo 23 años, soy estudiante de Lingüística Aplicada a la Traducción de Inglés-Japonés y estoy realizando un intercambio en la Universidad de Kanagawa ubicada en Japón.
 
Debo confesar que los meses previos al viaje no sentía nada. No me sentía nerviosa ni ansiosa, tampoco sabía qué esperar de todo esto. Siempre que la gente me preguntaba “¿cómo te sientes con respecto al viaje?” mi mente se ponía en blanco. Pero ahora, que ya llevo casi 2 meses viviendo en Japón, puedo responder a esa pregunta. Las primeras semanas fueron las más difíciles para mí. Llegué a vivir a Kikuna Heights con una familia japonesa y, apenas puse un pie en su casa, me arrepentí de haber venido a Japón. Era la primera vez que me encontraba tan lejos de Chile, sola, junto a un montón de desconocidos y, así, no pude evitar llorar. Es como si todos los nervios que no sentí antes del viaje se hubieran manifestado en ese momento. 
 
Afortunadamente, mi familia anfitriona era muy gentil y comprensiva e hicieron todo lo posible para hacerme sentir cómoda en su hogar. “Mi casa es tu casa” era la frase que más repetían. Les agarré mucho cariño. Ahora, mientras escribo esto, me encuentro viviendo con otra familia, también muy cariñosa y amable. 
 
Puedo decirles que he tenido el privilegio de vivir tanto en la zona urbana como en la zona rural de Japón. Ambas tienen su encanto: la zona urbana es, indudablemente, mucho más conveniente si lo que quieres es viajar de un lado a otro rápidamente, ya que tienes a tu disposición buses, metro y, por supuesto, los famosos trenes bala. La zona rural, por otro lado, destaca por su ambiente tranquilo y relajado. Además, en estos lugares el precio de las cosas tiende a ser más bajo en comparación a la ciudad, así que recomiendo comprar “recuerdos” en estos sitios para llevar de vuelta a casa.
 
A pesar de estas diferencias, algo que todas las ciudades tienen en común es que son súper limpias y seguras. Me sorprendió darme cuenta de que podía salir a caminar sola en la noche hacia donde quisiera sin ningún problema, incluso podía usar mi celular sin temor a que me asaltaran. Creo que esto es algo que definitivamente extrañaré cuando vuelva a Chile. 
 
Eso sí, algo que no voy a extrañar es el sistema de metro que tienen acá. Es muy costoso, de hecho, he llegado a gastar más de 7.000 pesos sólo en un viaje de ida a la universidad. Acá el precio del pasaje no es fijo, te cobran según la distancia recorrida, así que, si vienes a Japón y tu universidad te queda lejos, te recomiendo encarecidamente que compres un “commuter pass” para viajar sin problemas.
 
Sí, cómo podrán imaginar, Japón es un país caro, pero por suerte, la Universidad de Kanagawa nos brinda una beca a todos los estudiantes extranjeros para solventar gastos, así que el dinero se vuelve una preocupación menos. Y ya que estamos, me gustaría contarles un poco más sobre la universidad en la que estudio. 
 
Esta universidad tiene dos campus, uno es el campus de Yokohama y el otro es de Minato Mirai. Yo estoy en el segundo y es asombroso. Fue construido recientemente, por lo que presenta una arquitectura moderna e impoluta y todas las salas poseen equipos tecnológicos de punta. Lo maravilloso de Minato Mirai es que es un lugar multicultural donde encontrarás gente de todas partes del mundo. Además, la universidad incentiva a que se realicen esta clase de instancias, pues cada semana organiza eventos y fiestas para que estudiantes de distintos países podamos reunirnos a conversar y conocernos.  
 
Además de su agitada vida universitaria, los alrededores de Minato Mirai nos muestran una ciudad llena de vida en donde siempre hay algo que hacer. Desde rentar kimono hasta salir a beber con amigos a los izakaya. En Japón es imposible aburrirse. La verdad, hay tantas cosas aún que me gustaría contar, pero siento que no me alcanzan las palabras, por lo que este blog está llegando a su fin. 
 
Por último, quiero decirles que, a pesar de todo lo maravilloso que pueda ofrecer Japón, es probable que haya momentos en los que lo único que quieran sea volver a Chile. Se van a frustrar mucho intentando entender cómo funcionan las cosas aquí, y no sólo el primer mes, durante el intercambio cometerán muchos errores y creerán que es el fin del mundo, pero no lo es. También habrá momentos en que se sentirán solos, como yo, que era la única chilena en mi universidad, pero descuiden, no lo estarán. O tal vez se sentirán melancólicos mientras añoran sus hogares y sus familias, y para eso sólo puedo decir que sean pacientes y que todo pasará. 
 
Les prometo que vale la pena. El tiempo pasa volando y antes de que te des cuenta, ya estarás empacando para regresar, pero eso sí, los recuerdos que uno hace, la gente que conoce y la experiencia adquirida se quedan con uno para toda la vida.