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Blog: "From York with Love… y un poquito de viento", en Reino Unido

Hiya! Soy Camila Menares Sanhueza, estudiante de Licenciatura en Lingüística Aplicada a la Traducción y actualmente me encuentro de intercambio en la Universidad de York, en el Reino Unido.
Cuando pensaba en estudiar en el extranjero, imaginaba crecimiento personal, nuevas experiencias y, por sobre todo, un montón de nervios. Y no me equivoqué: el antes puede ser estresante y abrumador: trámites interminables, correos electrónicos que se multiplican y preocupaciones que no dejan dormir, por lo que la organización es clave para no perderse en el proceso. Pero sepan que vale absolutamente la pena perseverar a través de ese estrés inicial, porque el durante, la experiencia real, la vida diaria, los descubrimientos, lo vale completamente.
Pocas ciudades envuelven ese proceso de forma tan acogedora como lo hace York. Esta pequeña joya del norte, con su encanto particular, hace que todo este viaje sea aún más especial, cada calle empedrada, cada muralla antigua, cada rincón parece susurrar historias de siglos pasados (las fotos no le hacen justicia a lo preciosa que es la ciudad). Pero pese a ser pequeña, su energía es vibrante y acogedora, y eso se siente desde el primer día.
La vida estudiantil en la universidad de York es, sin duda, uno de sus mayores encantos. El campus es gigantesco, con el lago que regala paisajes dignos de postales, lleno de árboles y animales, como patos y ardillas (impresionante verlas en la vida real, no les voy a mentir). La universidad ofrece eventos durante todo el semestre y tiene clubes, talleres y actividades deportivas para todos los gustos. Asimismo, la comunidad internacional en la universidad es enorme, lo que hace que adaptarse sea mucho más fácil y que cada amistad venga acompañada de una nueva cultura.
Desde la perspectiva de un chileno, los precios en Inglaterra pueden parecer altos. Sí, las libras duelen al principio. Sin embargo, con un poco de organización, el costo de vida en York resulta manejable. Cocinar en casa, comparar supermercados y aprovechar todos los descuentos estudiantiles posibles marca una gran diferencia, créanme.
Creo que una de las cosas más cómodas de vivir en York es la facilidad para viajar, cortesía del sistema de trenes. Un ticket de tren, unos buenos zapatos para caminar (¡muy importante! no sean como yo), una chaqueta para la lluvia y ganas de conocer son lo único que necesitan para explorar el Reino Unido desde aquí.
Uf, el idioma… Estaba demasiado nerviosa al principio. Aunque confiaba en mi inglés, nunca había tenido que usarlo el 100% del tiempo y, para ser honesta, el acento británico me intimidaba (y aún más porque York está en el norte jiji). Pero el oído se adapta rápido, mucho más rápido de lo que uno cree. Hoy en día estoy tan acostumbrada al acento de York que cuando viajo a otras ciudades termino un poco perdida jaja. Pero ahí está lo bonito, cada acento nuevo es un desafío divertido y un recordatorio de lo mucho que se aprende viviendo fuera. Por eso, de verdad, no le teman al idioma ni al acento. El miedo inicial desaparece, la comprensión llega y un día se dan cuenta de que mantienen conversaciones sin pensarlo dos veces.
Y bueno… El clima merece una mención especial. Aquí el viento es un compañero permanente, junto al sol que dura cinco minutos y la lluvia que aparece de la nada. Sin embargo, abrigarse demasiado es un cuchillo de doble filo, porque casi todos los espacios cerrados como las tiendas, las salas de clases y el transporte público tienen calefacción. Eso sí, después uno se acostumbra y aprende a equilibrar la calefacción interior con el frío exterior.
Aunque disfruto cada momento en York y en este lado del mundo, no puedo negar que extraño a mi familia, mis mascotas y mis amigos. Lo que me ha ayudado un montón a mitigar el sentimiento es mantener una buena comunicación; compartirles mi vida aquí y escuchar la de ellos allá hace que la distancia se sienta más corta.
Si algo me llevo de esta experiencia es que el crecimiento ocurre justo después del miedo. Estudiar fuera del país enseña a confiar en uno mismo, a moverse solos, a adaptarse y a descubrir que pueden con mucho más de lo que pensaban. Y, de alguien que temía vivir por primera vez lejos de su casa, de verdad que el mundo se vuelve muchísimo más alcanzable cuando se da el primer paso.
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