Blog: "Day Tripper: Al otro lado del mapa", en Reino Unido

How ye deein? Les escribo desde el norte de Inglaterra. Soy Jose Caamaño Olivares, tengo 22 años y curso el cuarto año de Pedagogía y Licenciatura en Matemática y Computación. Actualmente estoy en la Universidad de Northumbria, aprovechando este intercambio para profundizar mis conocimientos en el área STEM y vivir la experiencia universitaria británica.

 

Irse a vivir al otro lado del mundo intimida. Los trámites, los pasajes, el ahorro y qué llevar en la maleta son lejos la parte más estresante, pero esa tensión acaba apenas cruzas policía internacional. El Reino Unido me dio una muy grata bienvenida en Londres, una ciudad inmensa donde comencé mi ruta, y que, curiosamente, me hizo sentir como en casa desde el primer minuto. Su ritmo frenético y la prisa en el metro fueron un espejo de mi vida en Santiago, mientras que su clima bipolar de septiembre me trajo recuerdos inmediatos de Concepción.

 

Sin embargo, debía continuar mi viaje para llegar a la ciudad donde viviría los próximos meses. Y fue ahí donde me enfrenté al primer desafío, el idioma. Yo creía tener un buen nivel de inglés hasta que llegué a Newcastle y escuché el acento "Geordie" (propio de Tyneside). Es curioso, porque estando ya acá tuve la oportunidad de visitar Irlanda y Escocia, lugares famosos por sus dialectos complejos, y honestamente, ni siquiera ahí sentí una barrera idiomática tan grande. El Geordie podría decir que es el equivalente del acento chileno inglés, y de momento, ha sido el acento más complejo con el que me he topado en todo el Reino Unido.

 

Afortunadamente, puertas adentro la adaptación fue mucho más sencilla. Para mi estadía, elegí vivir en una residencia universitaria, donde convivo con otras seis personas en el mismo departamento. Lejos de lo caótico que pueda sonar, la convivencia fluye con total naturalidad. Ayuda mucho que, al ser una ciudad universitaria, casi nadie es realmente “de aquí”, la mayoría viene de otras ciudades o países, creando un ambiente muy abierto donde es fácil encajar, pues al final, todos somos foráneos de una forma u otra. 

 

Ahora bien, si hay una etapa crítica para el presupuesto, es la instalación. Hay que comprar todo lo que no cupo en la maleta, desde ollas hasta frazadas. Donde tanto por el apuro como la falta de experiencia, es normal terminar pagando de más las primeras semanas, pero no hay que agobiarse. Este desajuste es temporal, y una vez que dominas los datos locales, vivir con presupuesto de estudiante se hace mucho más factible de lo que parecía al inicio.

 

Pasado este caos financiero, empezó el semestre, y debo decir que el ritmo académico acá es radicalmente distinto, y a primera vista, mucho más amable. La carga se siente ligera con clases cortas que quedan grabadas, infraestructura envidiable y solo tres asignaturas, lo que aproveché para explorar cursos de Eléctrica, Matemática y Computación. Sin embargo, esta libertad tiene una trampa. El sistema de evaluación suele ser un único examen o proyecto final que vale el 100% del ramo. Es un cambio total a lo que uno acostumbra, vives un semestre muy tranquilo sin evaluaciones, pero debes gestionar la presión sabiendo que te juegas el semestre completo en una semana decisiva.

 

Pero más allá de las clases, vivir aquí me ha dado la facilidad de moverme y explorar. Aprovechando los tiempos libres, ya logré visitar todos los destinos que me interesaban en esta parte del mundo: desde Liverpool, Manchester y York en Inglaterra, pasando por Glasgow y Edimburgo al norte en Escocia, hasta cruzar el mar para recorrer Belfast y Dublín. Haber completado esta ruta por el Reino Unido e Irlanda me deja una sensación de realización, pues amo viajar, pero el plan no termina aquí; aún me queda todo el resto de Europa continental por recorrer antes de que llegue el momento de volver a Chile.

 

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